Martha Jap Inder
Algo me guio paso a paso hasta aquí. Ahora puedo ver como cada experiencia vital
fue imprescindible, y la agradezco.
El yoga tocó a mi puerta con 18 años, inesperado. De eso ya hace 20. Apareció para
quedarse, creciendo junto a mi, ayudándome a superar lesiones y dificultades y, lo
más importante, a encontrarme con el movimiento natural y la libertad. He pasado por
diferentes escuelas, y cada una de ellas me ha mostrado algún nuevo rincón de esta
inmensa filosofía de vida.
Vivo el yoga como un marco de exploraciónde quién soy, poniendo la técnica al
servicio de la vida misma, y del Misterio que en ocasiones es revelado.
Nací en una cuna revolucionaria, con unos padres deseosos de transformar el mundo,
y que se abrieron en canal para ofrecerme un hogar lleno de amor. Su
incondicionalidad y maestría en el amar me maravilla, y les admiro profundamente.
En respuesta a una llamada interna, intuitiva, mi labor en esta tierra se fue desvelando
a sí misma.
Empezó en la conexión con la danza desde niña, y poco después, el yoga, llevándome
a una exploración en mi a través de la puerta del cuerpo.